jueves, 6 de octubre de 2011

Ley de inmigración y colonización en Argentina.



LEY DE INMIGRACIÓN Y COLONIZACIÓN N° 817 “LEY  AVELLANEDA”


  Durante el período de 1874 a 1880, gobierna el país el Dr. Nicolás  Avellaneda, quien representa al sector más visionario y progresista de la generación positivista, cuya ideología se sustentaba en el progreso y el orden.
  Nació en Tucumán el 3 de octubre de 1837 y murió en altamar, de regreso de su viaje, el 24 de noviembre de 1885, a los 48 años. Su principal obra fue dar un gran impulso a la inmigración europea, mediante la aprobación de la Ley de  Inmigración y Colonización.





LA LEY DE INMIGRACIÓN Y COLONIZACIÓN N° 817

  El 6 de octubre de 1876 fue sancionada la ley Nº 817 de “Inmigración y Colonización”. La iniciativa de esta previsora ley le correspondió al entonces presidente de la nación Dr. Nicolás Avellaneda, cuyo objetivo prioritario fue poblar y aprovechar las grandes extensiones de tierra que poseía nuestro país. Claro ejemplo de su pensamiento fue una frase muy difundida en la época  "Todo está salvado cuando hay un pueblo que trabaja".
  Este instrumento legal fue promulgado trece días más tarde, el 19 de octubre de 1876, en un contexto coyuntural socio-económico favorable. Por un lado, Argentina con escasa población, con gran disponibilidad de tierras vírgenes, buscaba  atraer  población para trabajar la inmensa llanura,  con costos sustancialmente más bajos que las viejas áreas de Europa; y por otro lado, los países europeos se encontraban en crisis, lo que generaba grandes desplazamientos de población.
    La importancia de esta ley radica en que su promulgación  complementaba y asignaba recursos concretos a las disposiciones constitucionales, por cuanto tuvo la virtud de efectivizar los derechos civiles de los argentinos y de los extranjeros, proporcionando una trascendente unidad en los aspectos laborales, institucionales y de productividad, que se concretaron en el extraordinario desarrollo integral de todos los sectores del quehacer nacional. Significó también un acontecimiento trascendental y de positiva proyección para el devenir  demográfico del país.
  Este instrumento legal no anulaba las posibilidades de la inmigración espontánea, sino que  daba oportunidad de realizar una adecuada selección de los inmigrantes,  además de la distribución más equitativa de los territorios a colonizar. También  constituyó un conjunto de normas que tuvieron como fin captar mano de obra rural en gran cantidad para desplegar intensamente las tareas en el campo.

  A continuación detallaremos algunas cláusulas que nos brindan aspectos fundamentales  que debían  reunir  los inmigrantes para ingresar al país:
Art. 14: Todo inmigrante que acreditase suficientemente su buena conducta y su actitud para cualquier industria, arte u oficio útil, tendrá derecho a gozar, a su entrada al territorio, de las siguientes ventajas especiales:

1º Ser alojado y mantenido a expensas de la Nación, durante el tiempo fijado [...]
2º Ser colocado en el trabajo o industria existente en el país, a que prefiriese dedicarse.
3º Ser trasladado a costa de la Nación, al punto de la república a donde quisiese fijar su domicilio.
4º Introducir libres de derecho prendas de uso, vestidos, muebles de servicio domésticos, instrumentos de agricultura, herramientas.



Medidas de gobierno a partir de la puesta en marcha de la “Ley Avellaneda”
   Inmediatamente después de la promulgación de la Ley 817, comenzó su difusión en todos los países, fundamentalmente  europeos. La acción oficial procuró canalizar hacia nuestro país la inmigración originaria del norte de Europa. El presidente Avellaneda lo hizo público en reiteradas oportunidades[1] e hizo hincapié en la inmigración de agricultores con el fin de incrementar el desarrollo en las colonias existentes en el país. Posteriormente, la gran demanda de trabajadores en el sector urbano hizo menos relevantes las primeras ideas de la década del 70.



[1]  Información  extraída del  libro “Historia Argentina: La Republica Conservadora” Tomo 5. Tema: Población y Progreso Social. p: 54.     Autores: E.Gallo, R.Cortes Conde. Editorial PAIDOS- Ed. 1972







Puerto de Buenos Aires.


   En Italia y otros países se nombraron agentes de inmigración que debían ser quienes organizaran las tareas relativas a hacer conocer cabalmente las ventajas que ofrecía el gobierno argentino a toda persona que quisiera radicarse en este territorio para colonizarlo. Sin embargo, Italia se resistía a dejar salir en forma masiva a sus hijos para que se radicasen en otros lugares del mundo.  
  El presidente, decidió la creación del Hotel de Inmigrantes en la ciudad de Buenos Aires y se reglamentaron diversas disposiciones, como el financiamiento del pasaje, la provisión de alojamiento y alimentos a la llegada al puerto y el traslado al lugar de residencia definitivo. Estas medidas amparaban no solamente a los inmigrantes que ingresaban al país dentro de los esquemas organizados por las empresas o agentes de colonización, sino también a aquellos que decidieran trasladarse individualmente. 

  De esta manera, nuestro país comenzó a atraer a la población extranjera, pero sin garantizarles la posesión de las tierras. Así lo estableció la ley de colonización de 1876, que reflejaba la situación del Estado frente a la tierra pública.



  PRIMERAS COLONIAS:

  El 4 de febrero de 1856, Baradero se convirtió en asiento de una de las primeras colonias, fundadas por diez familias suizas.  Un año después, en Entre Rios, Urquiza fundó  la colonia San José en la que intervino el francés Alejo Peyret[1] . La colonización de  esta última provincia estuvo acompañada por la acción del empresario Juan Lelong quien logró formar otras colonias, entre  ellas el paraje denominado Colonia Espiro.
  Las primeras colonias de galeses se instalaron en Puerto Madryn, en 1865. En 1878 se fundaron colonias en Resistencia (provincia de Chaco).
  La colonización no siempre fue orgánica, pues en muchos casos los colonos, por falta de organización, sufrieron verdaderas penurias, porque no se habían tomado las medidas necesarias para recibirlos.

  La primera colonia realmente estable e importante fue la Colonia Esperanza, en la provincia de Santa Fe, fundada por  Aarón Castellanos en 1856. Estos progresistas colonos eran en su mayor parte de origen suizo, aunque los había franceses y alemanes.




 Esperanza, denominada “Cuna de la Colonización Argentina” 
 por el Congreso Nacional en 1907.











[1]  Alejo Peyret fue autor del libro “Una visita a las Colonias de las República”


SURGIMIENTO DE LA COLONIA RAFAELA:


Plano de Rafaela.


  Varios fueron los factores que posibilitaron el poblamiento de Rafaela: entre ellos, que poseía grandes extensiones de tierras fértiles y condiciones climáticas favorables,  aptas para las tareas agrícolas. Además, debemos destacar la acción colonizadora del empresario privado Guillermo Lehmann[1], quien, desde Esperanza, mandó  trazar el croquis inicial de la Colonia Rafaela.
  Esto atrajo a los nuevos inmigrantes llegados del Piemonte italiano, que constituyeron el primer grupo poblacional, sumándose luego suizos y  alemanes, entre otros, que se dedicaron principalmente al laboreo de la tierra.
  Los flujos migratorios hacia Rafaela fueron constantes.


[1] Extraído del Seminario de Investigación Científica: Sección Ciencias Naturales. Rafaela 1981-1988 “Evolución Histórica” pág. 7. Instituto Superior del Profesorado nº 2.


NUEVOS PROPIETARIOS:

  El régimen de explotación del espacio agrario impuesto por la “Ley Avellaneda” permitió un particular desarrollo de la propiedad rural y de los contratos agrarios, lo que modificó la manera en la que el hombre aprovechó la tierra en su trabajo, condicionando la estabilidad de la familia rural, la prosperidad económica y el creciente bienestar de Rafaela y sus zonas aledañas.
  Las tierras que más tarde conformarían Rafaela se comercializaron rápidamente: para las concesiones disponibles se confeccionaron boletos de compra-venta otorgados por la Empresa Colonizadora de Guillermo Lehmann.




Colonos trabajando.


  Pero el éxito de este intento no favoreció a todos por igual. Algunos no llegaron a escriturar  las tierras por falta de posesión efectiva, y otros, porque debieron transferir sus boletos a terceros compradores a raíz de las elevadas deudas que se intensificaban año tras año. La falta de crédito o la sujeción a préstamos particulares definió el destino de muchos aspirantes a propietarios[1].
 
  Para quienes pudieron acceder a la tierra las perspectivas fueron muy diferentes y los esfuerzos y las privaciones realizados les aseguraron el objetivo tan deseado. Así lo testifican algunas cartas familiares que aquellos primeros pobladores enviaron a sus parientes europeos:

“Pero ahora hemos comprado la tierra y los animales y los arneses para los caballos y la maquina. Por eso no sabemos qué cosa hacer, pero por ahora no vamos a Italia.”[2]



[1] Extraído del libro “Rafaela de colección” editado por la Municipalidad de Rafaela.
[2] Correspondencia de la familia Racca ( 3 de enero de 1901) , Extraído del libro “Actores, Practicas y Representaciones de la Historia Local y Regional”,  Autor: Daniel Imfeld. ArtePrint Impresos, Mayo del 2010.